RAZONES: 35 AÑOS HAN PASADO…

JORGE FERNANDEZ MENENDEZ (EXCELSIOR)

 

El martes falleció Adolfo Gilly, un intelectual de origen argentino, trotskista, que estuvo preso en Lecumberri, que fue transitando hacia posiciones democráticas y se convirtió, sin haber abandonado jamás sus convicciones de izquierda, en un referente válido de la historia y la política mexicana. Gilly fue un cercano colaborador de Cuauhtémoc Cárdenas, sobre todo en la campaña electoral de 1988.

Se cumplen 35 años de aquella elección, la más vibrante que me ha tocado cubrir, entonces como un muy joven reportero, que enfrentó a Carlos Salinas de Gortari con Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier y Rosario Ibarra de Piedra. Los cierres de campaña de Salinas, Cuauhtémoc y Maquío en el Zócalo fueron, los tres, formidables.

Salinas encabezaba una candidatura priista que por primera vez enfrentaba a un aspirante que provenía de sus propias filas, que había cohesionado en torno suyo a los que abandonaron el PRI para formar la corriente democrática, y después a varios partidos pequeños que le dieron registro y estructura a esa candidatura: el PARM, el PPS, el PFCRN (el ferrocarril), los tres casi sin peso nacional y bastante desprestigiados, pero sin ellos no hubiera podido ser Cuauhtémoc candidato. Ya en plena campaña, Heberto Castillo, que era el candidato de la principal expresión de la izquierda, el PMS, que aglutinaba, entre otros, al PSUM y el PMT, declinó en favor de Cárdenas y se terminó de configurar el poderoso Frente Democrático Nacional, de donde nacería el PRD.

Manuel Clouthier era también un gran candidato. Había logrado, con Luis H. Álvarez como presidente del partido, dar un giro de 180 grados a un panismo que salía de profundas divisiones internas. Los bárbaros del norte habían ganado por primera vez elecciones en importantes municipios de Chihuahua y Durango, y en las estatales de Chihuahua todo indicaba que le habían robado la elección a Francisco Barrio, lo que provocó un amplio movimiento social en todo el país que marcó el proceso electoral de 1988.

Hace cinco años escribía en La Jornada Adolfo Gilly un texto que tituló La neblina del ayer. Decía: “No tengo conmigo archivo. Sólo recuerdos. Vienen desde la neblina del ayer, según el feliz título de un libro de Leonardo Padura.

“El 4 de julio de 1988 —30 años ya— regresábamos de la última gira de la campaña electoral de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Las elecciones serían el 6 de julio, dos días después. Andábamos aún por Michoacán y hubo que acelerar el regreso a Ciudad de México: habían asesinado a Ovando y a Gil, los dos compañeros expertos encargados de controlar los resultados de la elección presidencial que se llevaría a cabo dos días después, el 6 de julio de 1988.

“Era secretario de Gobernación el licenciado Manuel Bartlett, era presidente Miguel de la Madrid y el candidato presidencial del PRI era Carlos Salinas de Gortari. El 6 de julio tuvo lugar la elección presidencial. El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano tuvo mayoría de votos aquel día. Cuando los resultados favorables llegaban desde todo el país, la Secretaría de Gobernación —Manuel Bartlett— anunció que se había caído el sistema.

“Esa noche fuimos a la Secretaría de Gobernación, en las calles de Bucareli. Encabezaban el inolvidable Maquío (PAN), Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra (PRT). Nosotros —muchos nosotros— los acompañábamos y entramos a Bucareli. Ellos fueron recibidos por Manuel Bartlett, secretario de Gobernación, quien les dijo que, en efecto, se había caído el sistema y se restablecería”. Cuando eso ocurrió, cuenta Gilly, “aparecieron votos inexistentes, bolsas de papeletas tiradas en los campos y los ríos, un fraude descomunal, según el cual resultaba presidente el licenciado Carlos Salinas de Gortari. El presidente y su secretario de Gobernación le robaron al pueblo mexicano la elección presidencial del 6 de julio de 1988”. Bartlett, decía, nos debía una explicación de lo que había sucedido aquel 6 de julio, 30 años atrás.

Han quedado dudas, muchas, sobre el resultado final de esa elección. Pudo haber ganado por un estrecho margen Salinas de Gortari, pero los votos por Cuauhtémoc fueron mucho mayores a los reconocidos. Cárdenas nunca reconoció el resultado. El PAN acordó aquello de “la legitimación en los hechos” que permitió cambios constitucionales con Salinas.

En el recuento que se hacía en una Cámara de Diputados convertida en colegio electoral, un candidato guanajuatense a diputado apareció con costales de votos quemados y arrojados a la basura, incluso algunas de esas boletas se las puso en las orejas. Fue cuando muchos de nosotros conocimos a Vicente Fox. Me tocó cubrir la extraordinaria intervención de Muñoz Ledo para defender su triunfo como senador y poco antes a Salinas reconociendo que aquellos comicios significaban el fin de la era “del partido prácticamente único”.

Esos días, hace 35 años, cambiaron la historia. El sábado no fueron recordados en la celebración en el Zócalo, como tampoco aquellos hombres y mujeres que abrieron casi de par en par las puertas para tener un sistema democrático en México.

Quizá se les olvidó porque hace 35 años el presidente López Obrador seguía en el PRI de Tabasco y no se había sumado a la candidatura de Cárdenas. Porque Bartlett es uno de los más cercanos colaboradores presidenciales. Porque Claudia Sheinbaum y su entonces esposo Carlos Imaz recibirían becas del Conacyt para estudiar en el extranjero luego de su participación en el CEU. Marcelo Ebrard era el más cercano operador de Manuel Camacho, mano derecha de Carlos Salinas. Adán Augusto López era un joven militante priista. Ricardo Monreal era uno de los legisladores del PRI con mayor futuro. Gilly murió el martes y siempre reclamó de Bartlett una explicación sobre lo sucedido aquel 6 de julio. Nunca la recibió.

 

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