Enrique Quintana
El lunes 23 de marzo comenzó la llamada Jornada Nacional de la Sana Distancia con la cual comenzó el confinamiento en el que aún nos encontramos.
El primer contagio de Covid-19 oficialmente admitido tuvo efecto el 20 de febrero, de acuerdo con los datos más recientes.
Hubo voces diversas que pedían desde los primeros días de marzo, medidas que restringieran la movilidad y, por lo tanto, que redujeran el riesgo de contagios.
La autoridad las rechazó por considerarlas prematuras.
El domingo 22 de marzo, el presidente López Obrador incluso subió a sus redes sociales un video de su visita a una fonda del estado de Oaxaca, durante una gira. Y aún el miércoles 25 de marzo promovió que la gente siguiera saliendo a comer con la familia.
Como otros jefes de Estado, notoriamente Donald Trump y Jair Bolsonaro, argumentó que no habría que paralizar la actividad para que “el remedio no salga peor que la enfermedad”.
De hecho, fue hasta el 15 de abril cuando la Presidencia comunicó formalmente la suspensión de las giras del presidente.
Tardamos en México en frenar los contactos entre la población y por lo mismo los contagios, al menos en parte porque vimos que los políticos no se confinaban, comenzando por el presidente de la República.
Ya ni siquiera está a discusión que las cifras de casos confirmados de las que se informan todas las tardes estén subestimadas. Hay consenso en que así es. Ahora ya hasta se inventó una nueva categoría, la de portadores, para referirse a los casos positivos pero asintomáticos.
Lo que se debate es en qué proporción se ha subestimado el contagio.
Y, como aquí le he comentado, pretender obtener conclusiones respecto al probable comportamiento de la pandemia, con cifras que son poco robustas, como las oficiales, por la falta de pruebas, puede conducir a errores.
El 1 de mayo, en la conferencia mañanera, el presidente López Obrador se congratuló de que el doctor López-Gatell le había dicho que ‘el pico’ de la pandemia sería el 6 de mayo y no del 8 al 10 como había calculado previamente.
El ‘pico’, como también se lo hemos comentado, no es por el número ni de casos ni de fallecimientos acumulados. Esos van a seguir creciendo. Se trata del número de nuevos contagios diarios.
Hoy estamos a 25 de mayo, 19 días después de la estimación anunciada el 1 de mayo… y el pico aún no se ve claro.
Pero lo que sí se observa es un relajamiento en las medidas de confinamiento asociado con la percepción de que ya estamos saliendo de lo más complicado. No se trata del retorno a la actividad de algunas industrias que pueden establecer protocolos adecuados para evitar los contagios, sino de un ánimo social que por cansancio o escepticismo empieza a salir y lo hace sin las debidas precauciones.
El registro de movilidad de autos en la Ciudad de México indicó para el 22 de mayo el nivel más alto desde marzo y la tendencia es marcadamente hacia arriba.
¿Qué va a ocurrir si abandonamos el confinamiento cuando el contagio es intenso aún? No se necesita ser especialista para saberlo: se van a volver a disparar los casos nuevos.
Hay que vernos en el espejo de Brasil. Este país es ya el segundo lugar mundial por el número de casos y de muertos adicionales por día, sólo atrás de EU y en ese rubro, esta semana se convertirá en el primero si la tendencia se mantiene. México es el tercero.
Pero, misteriosamente, en nuevos casos por día, estamos en el lugar número ocho. Por lo mismo la tasa de letalidad acumulada es de 11.2 por ciento, la número cinco entre los primeros 20 países con más contagios.
Una conclusión desordenada del confinamiento –un escenario probable– puede conducir a que en México se nos vuelva a disparar el número de casos nuevos por día y no quede entonces otra opción que prolongar el confinamiento al menos otro mes, quizás hasta julio o agosto, o aceptar un disparo de las muertes en el curso de los próximos meses.
Pero… lo bueno es que la pandemia ya está domada.