Claudia, día uno; López Obrador, ¿fin de la historia?

Terminó la era del irrepetible Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional. No hay plazo que no se cumpla. Muchos respiramos más tranquilos con la llegada de Claudia Sheinbaum.

FRANCISCO GARFIAS (EXCELSIOR)

Terminó la era del irrepetible Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional. No hay plazo que no se cumpla. Muchos respiramos más tranquilos con la llegada de Claudia Sheinbaum.

Los mexicanos ya tenemos una Presidenta “con a”. Algo que no había ocurrido en los 200 años de existencia que tiene la República. El calificativo de “histórico” no es exagerado.

La mujer llega cargada de promesas: semana laboral de 40 horas, Farmacias del Bienestar para 2025, igualdad sustantiva de las mujeres en la Constitución, no reelección a ningún cargo después de 2030.

En sus discursos se comprometió a respetar la libertad de expresión y de prensa —¿se acabaron los insultos a los críticos?—, mantener la autonomía del Banco de México, dar certeza jurídica a las inversiones nacionales y extranjeras.

Pero también a mantener y ampliar el número de programas sociales, construir un millón de viviendas, impulsar un ambicioso programa de transición energética hacia fuentes renovables y muchas cosas más.

* En la plancha del Zócalo, donde recibió el bastón de mando con plaza llena, la Presidenta presentó su plan de gobierno de 100 puntos, que podemos resumir así: más de lo mismo, con matices interesantes: el impulso a las mujeres, el rescate de la ciencia y la tecnología, más energías limpias y menos hidrocarburos.

“Con el pueblo todo, sin el pueblo nada. Vamos a construir el segundo piso de la Cuarta Transformación,” subrayó.

Terminó la era del irrepetible Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional. No hay plazo que no se cumpla. Muchos respiramos más tranquilos con la llegada de Claudia Sheinbaum.

* En el tema de seguridad no hay que hacernos ilusiones de que habrá un cambio en la estrategia que adoptó López Obrador. Ésa que conocemos como abrazos, no balazos.

Nunca quiso modificarla. Esa terquedad costó que hubiese más homicidios que en ningún otro sexenio: alrededor de 200 mil. A eso súmele 50 mil desaparecidos, según cifras oficiales.

Sheinbaum va a seguir la misma línea. “No regresará la irresponsable guerra contra el narco de Calderón, que tanto daño le hizo al país”, advirtió.

Son cuatro los ejes en los que se apoyará la señalada Estrategia de Seguridad en el sexenio 2024-2030:

Atención a las causas, ¿le suena? Pero también inteligencia e investigación, fortalecimiento de la Guardia Nacional y coordinación con estados y municipios.

“Nuestra convicción es que la seguridad y la paz son fruto de la justicia. La próxima semana estaremos anunciando la Estrategia Nacional de Seguridad”, adelantó.

Censuró a los que dicen que el traspaso de la Guardia Nacional a la Sedena es militarización. “Están totalmente equivocados”. Y fue clara: “Nunca usaremos la fuerza del Estado para reprimir al pueblo”.

* Me tocó ser testigo de lo que ocurrió en San Lázaro. Aunque usted no lo crea, los legisladores se comportaron de manera civilizada. No hubo gritos, insultos, descalificaciones, pancartas o mantas humillantes.

Los partidos de oposición fueron críticos en tribuna, pero no groseros con el Presidente que se fue. Razones. A Claudia no la tocaron. Le dieron la bienvenida. Le piden diálogo.

A los morenos y sus aliados se les veía eufóricos. No paraban de interrumpir el discurso de Sheinbaum para gritar a coro: “¡Pre-si-den-ta! ¡Pre-si-den-ta!” o improvisar nuevas consignas: “¡Es un honor estar con Claudia hoy!”.

* Sheinbaum fue guerrillera del M-19 de Colombia. El dato se lo debemos al mandatario colombiano Gustavo Petro, quien también perteneció a esa organización.

Eso es algo que, a mi juicio, la enaltece, pero que no será bien visto en Estados Unidos, el principal inversionista en México (más de 13 mil millones de dólares en 2023) y nuestro principal socio comercial (le vendemos 80% de las exportaciones).

* Un tema recurrente en los dos discursos que pronunció —uno en San Lázaro y otro en el Zócalo— fueron los excesivos elogios al hoy expresidente. Esa actitud ante López Obrador atiza los temores de un maximato.

No alcanzaría la columna para escribirlos todos. Transcribo lo que dijo en el Palacio Legislativo:

“Andrés Manuel López Obrador, uno de los grandes; el dirigente político y luchador social más importante de la historia. El Presidente más querido”.

López Obrador, por cierto, llegó al Palacio Legislativo 20 minutos antes que su sucesora. Iba de la mano de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller. “¡Es un honor estar con Obrador”, se escuchó dentro y fuera del recinto legislativo, pero ya no con la misma intensidad.

Juntos subieron las escalinatas que conducen al Salón de Sesiones. Una vez allí fue notorio que Andrés Manuel no saludó a Norma Piña, ministra presidenta de la SCJN, pero Claudia sí lo hizo.

A la ministra se le vio aislada. Sentada en el extremo izquierdo de la tribuna observaba pasmada la fiesta de los morenos. Legisladoras de la oposición terminaron arropándola.

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