-Persuadió a los organizadores para que por primera vez hubiera un segundo desfile el martes de Carnaval
En sus inicios la máxima fiesta mazatleca era un juego de “mascaritas”. Desde 1898, bajo la modalidad del confeti y la serpentina, ese disfraz popular se conservó; pero se acabaron los tropeles vandálicos y a cambio se respetó el derecho al anonimato bajo la máscara y la túnica, destaca el maestro Enrique Vega Ayala.
El historiador comenta que la pregunta ¿Me conoce mascarita? Por años fue la frase con la que se garantizaba el ocultamiento de la personalidad amparada por el disfraz carnavalero.
“Las primeras coronas del carnaval de Mazatlán fueron para personajes de género masculino. Era un rey de farsa y se le reconocía generalmente con un apodo, no por su nombre de pila. No importaba la persona sino el personaje que encarnaba por esos días”.
“Mediante palabras, gestos y vestimentas exageradas, el Rey ejercía su rol e imponía al festejo, un sentido irónico, una dosis de humor revestida como crítica social satírica”, relata el Cronista de la Ciudad de Mazatlán.
La incorporación de Winnie Farmer como primera soberana no fue para nada decorativa. Logró marcar una diferencia esencial en el trato que reclamó como mujer. En su carácter de reina persuadió a los organizadores de realizar, por primera vez, un segundo desfile el martes de carnaval.
“Ella lo encabezó por decisión propia, montada a caballo, escoltada por jóvenes varones contemporáneos suyos. Se forjó una leyenda, se ganó el respeto de la comunidad y abrió el camino para que en lo sucesivo las niñas mazatlecas soñaran con ser reinas del Carnaval”, afirma Vega Ayala.
El historiador mazatleco expresa que rápidamente la presencia femenina fue desplazando al Rey hacia un papel de figura secundaria.
La competencia por el reinado llamó poderosamente la atención de la comunidad mazatleca.
“Se volvió un concurso tan popular que, desde el principio, todas las clases sociales, sin distingos, se ven involucradas en la contienda; las pasiones se desatan. Nadie es ajeno al vértigo de las campañas. En ese y en otros aspectos, la participación de la mujer cambió al carnaval”.