SEAMOS CLAROS: Entre la poesía y la lucha

Oliver Velasco

La división social de trabajo y la división sexual del mismo son fenómenos que se encuentran intrínsecamente ligados. A partir del desarrollo de distintas tareas en las sociedades primitivas, la creación de las clases sociales y con ellas el dominio de unos sobre otros. El dominio de los hombres sobre las mujeres fue permeando a través del paso de las generaciones, los hábitos de dominación se hicieron institución y cuestiones como: el dar la mano de una hija y otorgar una dote por ello, pasaron a formar parte de la ritualistica cotidiana de las sociedades, entre muchas otras prácticas. Las mujeres quedaron relegadas poco a poco al ámbito privado, dentro de los hogares y en ellos a las tareas domésticas menos apreciadas, y por ende, menos remuneradas. Las que no lo hacían así, sea por convicción propia o por destino como dictado desde la cuna, siempre corrieron con el estigma de rebeldes, locas, o antinaturales. Ejemplos tenemos muchos: Juana la loca, Juana de Arco, las brujas del medievo, etc.

Sin embargo, el advenimiento de la modernidad dio un giro radical a la forma en la que el mundo fue concebido. Con la perdida de la centralidad del mundo, este perdió en cierto sentido el orden que estaba prestablecido en él. La ruptura de las tradiciones, la noción de que las cosas estaban prescritas y el destino de los hombres estaba predeterminado desde su nacimiento se fue rompiendo poco a poco. Finalmente, esa noción también alcanzaría a las mujeres, aunque para ellas muchos siglos después, e incluso en nuestros días, estos mecanismos rituales que las mantienen atadas a las tareas domésticas todavía en diversas geografías no han cambiado. De hecho, se han interiorizado tanto estas prácticas, que algunas de ellas mismas se resisten a cambiarlas, como por ejemplo: la figura de cuidadora. Ello ha provocado un desfase en las exigencias y en las demandas que cada uno de los grupos de mujeres reivindica y reclama ante sus sociedades específicas, por ello no se habla de un feminismo, sino de feminismos. Sin embargo, todos ellos están estructurados bajo una sola consigna y una sola promesa. La promesa de la modernidad de la libertad y de la libre determinación. Todas las personas tienen el derecho a decidir su destino.

Las arenas públicas de la lucha por esta simple pero profunda reivindicación son diversas: política, social, económica, intelectual, etc. En cada una de ellas hay resistencias basadas en siglos, sino milenios, de tradiciones que se han hecho instituciones sociales y que se han enquistado en las prácticas de cada una de ellas. Un ejemplo que ha permeado en el derecho civil es la responsabilidad por la crianza de los hijos, que se le atribuye a la madre por el hecho biológico de tener la capacidad de amamantar casi de manera exclusiva, dejando la patria potestad a ellas, exigiendo al conyugue, en caso de separación, únicamente una aportación económica. La formulación de estructuras imaginarias entre las diversas profesiones de orden público como: las ingenierías, los trabajos manuales y la política han relegado a las mujeres de estas profesiones bajo premisas carentes de fundamento axiomático. Las mujeres con la ciencia moderna pueden y deben ejercer cualquier profesión que ellas deseen. Sin embargo, para poder hacerlo no solo deben romper con las barraras propias que les impiden creer en si mismas, sino también las barreras ajenas, las de los otros sean o no congéneres.

Es normal que después de tanto tiempo de estar en esta lucha y ver resultados tan pobres, al tratar de hacerlo de manera institucional se llegue a tener un grado de frustración y se requiera de otras formas, formas que tal vez no sean reproductoras de esta misma institucionalidad, formas que rompan con la institución tradicional, que creen nuevos espacios, nuevas formas de hacer las cosas. Estas nuevas formas generan necesariamente resistencias y esas resistencias causan choques con la sociedad establecida, pero también generan oportunidades, se crean nuevas asociaciones, se construyen nuevas sociedades, sororidades, que fundamentan su existencia en un lugar que antes no había para ellas.

El entorno tampoco ha ayudado a que estas creaciones sean exentas de violencia. En un entorno de individualismo, capitalismo brutal, explotación y mercantilización de todo, incluso de la figura humana. Las mujeres son nuevamente uno de los eslabones de la cadena social que es más atacado: se las ha cosificado, se les ha vendido una imagen de cómo deben ser, de a que deben aspirar y de cuál sería la manera correcta de ganarse la aceptación en el mundo. Al igual que siempre, pero ahora, al cumplir con este status quo social se les violenta y de no hacerlo también. La violencia exacerbada por permanecer dentro de la normativa social va desde el insulto, el acoso, la violación, hasta el asesinato, y por no permanecer en ella es similar. Las contradicciones entre la sociedad moderna capitalista y la tradición ha llegado a tal punto, que la tradición las condena a ser femeninas, a verse bonitas, a atraer a los hombres, y con ello a dejar de ser personas y convertirse en objeto de deseo, al mismo tiempo al hacerlo, y al dejar de hacerlo, de cualquier manera se les violenta de las maneras más denigrantes. Si las mujeres acceden a lo que la sociedad pretende de ellas se les quita la humanidad, si no acceden se les elimina. Pero como siempre, han demostrado ser uno de los más fuertes eslabones, en tanto resistencia y en tanto respuesta.

El 8 de Marzo conmemora esta resistencia, esta lucha, y sí es violenta, lo es porqué ellas sufren de violencia, porque el buscar un lugar en el mundo lo requiere. Al crearse un lugar en el mundo en el que pareciera no haber espacio, tiene necesariamente bajo los paramentos que se han impuesto, que ser violento. Porque los símbolos de la tradición se protegen más que la vida de las mujeres y ello debe cambiar y debemos de darnos cuenta, que las mujeres son la tradición misma, que ellas son la tradición viva y como Hobsbawm afirma: la tradición se inventa y se reinventa. Si el argumento es el valor histórico ¿Por qué no reconocer el valor histórico que han aportado nuestras compañeras en esta travesía de la humanidad?

Él era débil y yo era fuerte,
después él dejó que yo le hiciera pasar
y entonces yo era débil y él era fuerte,
y dejé que él me guiara a casa.

No era lejos, la puerta estaba cerca,
tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,
no había ruido, él no dijo nada,
y eso era lo que yo más deseaba saber.

El día irrumpió, tuvimos que separarnos,
ahora ninguno de los dos era más fuerte,
él luchó, yo también luché,
¡pero no lo hicimos a pesar de todo!

Emily Dickinson

*Profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa en la Facultad de Ciencias Sociales en las licenciaturas de economía y sociología. Licenciado en filosofía maestro en estudios filosóficos por la Universidad de Guadalajara, maestro en gestión pública aplicada por el Tecnológico de Monterrey campus Guadalajara. Actualmente doctorante en la Universidad Autónoma de Nayarit/ Integrante de Unidad Democrática Sinaloa.

Contacto a: olivervelasco@hotmail.com

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