Operadores de distintos partidos en Guerrero se quejan del control que los grupos del narcotráfico ejercen sobre la política local.
Itxaro Arteta (@iartetam)
En Ciudad Altamirano, cabecera municipal de Pungarabato, Guerrero, se pueden ver calcomanías de la candidata a alcaldesa por el PRD, y mantas del aspirante del PRI, pero ni rastro del aspirante de Morena.
Cuando el candidato presidencial del partido, Andrés Manuel López Obrador, visitó la ciudad, el pasado 2 de junio, el nombre de Luis Avellaneda solo apareció confundido entre otras personalidades locales presentadas en el templete. Pero el candidato a alcalde no estaba ahí. Ni en algún otro punto del municipio. Es solo un nombre que rellenará la boleta electoral. En los hechos, no hay candidato ni campaña.
Nadie en el partido reconoce abiertamente la razón. Él mismo declaró a medios locales –vía telefónica– al iniciar las campañas que había tenido que salir de la localidad para atenderse de un problema de salud. Algo temporal. Pero por lo bajo, todo mundo lo sabe: un grupo criminal lo amenazó y prefirió esfumarse. El candidato ya perdió a su padre, el empresario melonero Jesús Avellaneda Chávez, asesinado en 2012 en Rivapalacio, Michoacán, municipio colindante.