EXILIOS DORADOS: SIGNOS VITALES/ ALBERTO AGUIRRE.

En el primer tramo del peñismo, vender el Pacto por México era prioritario, sobre todo para atraer a los inversionistas foráneos interesados en el sector energético. Esa promoción recayó en el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, pero sobre todo en un equipo directamente enlazado a la Oficina de la Presidencia.

En la cancillería, Claudia Ruiz-Massieu inició un peculiar ejercicio de softpower con la gastronomía mexicana junto con Enrique de la Madrid, secretario de Turismo. En Londres estaba Diego Gómez Pickering y por la residencia del embajador de México en Gran Bretaña pasaron los chefs más sobresalientes de la época.

En la última oleada se integró Pedro Evia, quien merecidamente había ganado su puesto en la escena culinaria con su restaurante Ku’uk, en Mérida. Con el respaldo de un grupo de inversionistas —con la pandemia en medio— ha emprendido una aventura madrileña que ha tenido su momento culminante con la inauguración, apenas hace un mes, del Q78 en el barrio de El Retiro, entre la fuente de Las Cibeles y La Puerta de Alcalá.

En los muros del moderno restaurante, las imágenes de Cantinflas, María Félix, Pedro Infante y Frida Kahlo. En la carta, ceviches y aguachiles, pero sobre todo mezcal y vinos mexicanos. Desde la semana de apertura, Evia y sus socios han recibido clientes VIP, entre ellos el gobernador de Yucatán, Mauricio Vila, y el recién llegado embajador de México en España, Quirino Ordaz.

Un año después de la derrota del PRI en las elecciones de Sinaloa, el exgobernador de aquella entidad ya despacha en Madrid. Incluso antes de entregar sus cartas credenciales al Rey Felipe VI, el político mazatleco estuvo en la capital española, al pendiente del cúmulo de empresarios y políticos que viajaron, ya fuera para FITUR o más recientemente, a las extenuantes jornadas de la feria de San Isidro.

Ordaz atendió los consejos de sus cercanos y solicitó la autorización de la SRE para incorporar a cinco colaboradores cercanos al servicio diplomático. Entre el staff, el exgobernador priista encontró al exsenador Carlos Jiménez Macías —quien estuvo en el sexenio pasado en el consulado de México en Chicago— y ha decidido ratificarle como consejero político. Buena decisión, pues ahora mismo en la capital española radican dos expresidentes priistas y sus familias.

Más visible había sido la estancia de Enrique Peña Nieto y su novia, Tania Ruiz. Desde que entregó la banda presidencial al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, el exgobernador mexiquense salió discretamente del país y aunque inicialmente negó los rumores sobre la compra o renta de inmuebles en la capital española, el diario madrileño El País reveló la ubicación de su residencia —apenas hace dos semanas— en Valdelaguas, un exclusivo fraccionamiento ubicado en San Agustín de Guadalix, a media hora del centro. Sus salidas son más escasas que sus amistades madrileñas, refiere un colaborador suyo. Ahora lo suyo es jugar golf. Y esperar…

Con una “golden visa” e inversiones comprobadas por más de un millón de euros, Peña Nieto cuenta actualmente con un permiso de residencia y trabajo que caduca dentro de cuatro meses. Entonces podría refrendar su visado o solicitar la residencia definitiva.

Sobre Carlos Salinas de Gortari poco se sabía hasta la semana pasada, cuando Evia —quien promueve frenéticamente su nuevo restaurante en las redes sociales— posteó una fotografía con el exmandatario y un mimoso saludo. “Un gran honor recibir a una de las personas que más admiro”, escribió el chef yucateco, “señor presidente, esta siempre será su casa”.

Literal. Uno de los inversionistas en ese negocio gastronómico es Alfie Gatica, su yerno. Y Salinas de Gortari decidió acompañar a sus hijos, Cecilia y Emiliano, y a sus nietos, en su refugio madrileño. Ambos tuvieron que dejar negocios y amistades en las ciudades de México y Monterrey, tras del escándalo de la secta Nexivm, hace cinco años.

Al menos una vez a la semana, desde su apertura, el expresidente había acudido al Q78. Inevitable era que connacionales lo reconocieran y quisieran interactuar con él. Pero tiene un voto de silencio, que solo rompió recientemente para dar su testimonio al documentalista Diego Enrique Osorno sobre lo ocurrido en 1994.

El próximo año se cumplirán tres décadas del inicio del colapso del sueño salinista. El expresidente pide paciencia pues su reaparición pública está próxima. Y en Madrid, nadie lo molesta…

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