El silencio de los empresarios

 

Enrique Campos Suárez | OPINIÓN

 

Este país perdió a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos el día que una fan del presidente Andrés Manuel López Obrador fue designada para presidirla.

México perdió un órgano autónomo y ganó a cambio espectáculos bochornosos, como la defensa que hizo ese organismo de Andrés Manuel López Obrador por considerar que la gente que se manifiesta a favor de la democracia comete violencia política en contra del indefenso Presidente.

Pero se perdió mucho más, ya no hay una instancia que pueda defender a la ciudadanía de los abusos de poder lo mismo de las autoridades ejecutivas de todos los niveles que de las fuerzas armadas, mantenidas en funciones de vigilancia pública.

Entre las múltiples pérdidas que ha sufrido este país en su vida institucional, a manos de esa pulsión autocrática del régimen, está también la merma en la representación de las causas de los trabajadores y las empresas.

En algún momento hubo una corriente de sindicatos de trabajadores no alineados a las estructuras del poder, hoy todos han sido apaciguados ante el mando único del poder presidencial.

En el sector empresarial, aquella voz combativa que se creó justo como respuesta a los abusos del poder del populismo del expresidente, Luis Echeverría, hoy también sucumbió ante Palacio.

Por eso, pasa desapercibido y como algo intrascendente que Francisco Cervantes Díaz haya sido electo para un tercer periodo consecutivo como presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE).

Ciertamente la confrontación no es buena estrategia para un sector como el privado, que de entrada es despreciado por el régimen actual y que tiene todas las de perder ante la falta de una buena representación legislativa y con la permanente amenaza del ajuste de cuentas fiscal.

Pero es también cierto que esos agentes económicos, tan determinantes para la viabilidad del país como son los empresarios, merecen voces activas que hagan saber al poder que tienen intereses legítimos.

En lo que va del sexenio de López Obrador, los dos anteriores presidentes del CCE fueron precavidos, pero mucho más activos.

A Juan Pablo Castañón, presidente del CCE del 2016 al 2019, le tocó vivir momentos que no se anticipaban ni en las peores pesadillas. En síntesis: ganó Donald Trump la presidencia de Estados Unidos, se tuvo que renegociar el acuerdo comercial de América del Norte y ganó López Obrador la presidencia en México.

Carlos Salazar Lomelín, un relevante empresario, siempre fue visto como una figura más cercana a López Obrador. Fue más moderado, sin duda, pero tuvo sus momentos de sinceridad que no le gustaron nada a aquel que no le gusta que nada se le cuestione.

Y ahora estamos en el paso totalmente inadvertido del CCE por la vida política y económica del país.

Al sector empresarial le queda una voz viva, incluso identificada como opositora al régimen actual, que se hace escuchar y que ha tomado ese papel de la voz de los empresarios.

La Confederación Patronal de la República Mexicana tiene convocatoria, tanto que, después de que la candidata del oficialismo decidió no acudir al foro “Diálogos por la Democracia” organizado por ese sindicato patronal, fue tan negativa y difundida la reacción de esos empresarios que la corcholata ya busca un encuentro con ellos.

Hay que aspirar a que este país recupere los contrapesos perdidos.

Entre las múltiples pérdidas que ha sufrido este país en su vida institucional está también la merma en la representación de las causas de los trabajadores y las empresas.

https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-silencio-de-los-empresarios-20240320-0103.html

Publicado por El Economista

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