ARTE CON SABOR A TEJUINO: “Happy Old Year”… del pasado polvoriento al avance a un futuro que se atreven a vivir.

Miguel Ángel Domínguez Mancillas.

“Happy Old Year” (2019), sexta ficción del tailandés Nawapol Thambrograttanit, iniciado de la década pasada (2010s), relustra el retrato de Jean, una decoradora de interiores con un pasado polvoriento, cuyo proyecto más reciente involucra limpiar su casa para volverla en una oficina de estética minimalista. La drástica transformación del hogar conllevará redescubrir relaciones, ver con claridad sus fallos e intentar olvidar todo lo perdido (Pero, ¿quién lo perdió?) a través de los objetos que habitan la casa.

Antítesis emocional del modelo Konmari, creado por la gurú de organización casera, Marie Kondo. Su serie, “¡A Ordenar con Marie Kondo!” es un reality show extremadamente gentil en la que Marie visita diversos hogares reinados por el desorden y les enseña a sus habitantes métodos prácticos para ordenar las cosas. Todo bajo la sencilla-crucial pregunta determinante de qué objeto se queda o va a la basura: ¿Irradia alegría? Lo que propone Marie Kondo con esta práctica es repensar el hogar como la base de un cambio en tu vida: arreglar tu casa no solo brindará sanidad al espacio íntimo, también mejorará relaciones interpersonales, te dará claridad en tus dinámicas laborales y manejo de la economía, cosas así. Esto según varios de los clientes del Konmari.

La intención de Thambrograttanit con su cinta no es destruir la propuesta limpia tu casa, limpia tu vida de Marie, sino, considerarla como un proceso de sanación separado del espíritu, las actitudes y nuestros lazos que nos definen muchísimo más que si nuestra ropa está bien doblada.

A diferencia de la protagonista en “Happy Old Year”, que en un punto critica abiertamente la metodología de Marie, yo no me opongo a una fórmula que orbite sobre la limpieza del hogar. (Personalmente recomiendo “¡A Ordenar con Marie Kondo!” en su etiqueta de televisión dominguera para dejar correr el tiempo con la familia). Lo que argumenta la cinta, es que no todos pueden remodelar sus vidas tirando las cajas amontonadas en el garaje, ya que el cambio (y esta frase ha sido mal usada por muchos) parte de uno mismo.

“Happy Old Year” es un retrato de personaje pesimista. Le interesa presentarnos los problemas que acatan el actuar de Jean, ansiosa por desechar la masa hogareña de recuerdos materializados y así proceder lo más pronto posible con su oficina minimalista. Sin embargo, tras una breve reflexión, decide revisar cada objeto que pudiera pertenecer a algún conocido, devolverlos, y quizás, reconstruir lazos perdidos desde hace mucho, a la reunirte con ese amigo de la secu con el que tanto te llevabas, y que a excepción de sus redes, no te saboreas ni una migaja de su vida. Lo que termina sucediendo, es un trazo que va abarcando todas las apatías en la vida de Jean, respondiendo los por qué de su poca comunicación con esta gente.

Así, descubrimos a una chica productiva y de vida laboral competente gracias a su enorme capacidad para olvidar. Borrón y cuenta nueva, repite y sigue repitiendo. La condición saturada del hogar se coloca como espejo frente a las actitudes desplegadas por Jean: un espacio acaparado por masa que alguna vez tuvo un uso. La protagonista antes de precisar en cada objeto y el valor que pudiese tener, prefiere envolverlos en análogos hoyos negros con forma de bolsas de basura. Y cuando decide no hacerlo, destapa los dolores escondidos. Incluso hay una escena donde el hermano de Jean la compara con Thanos de las cintas Avengers, y aunque la distancia presupuestal y de estilos entre ambas películas la hace parecer una chistoreta referencia a una propiedad popular fresca, resulta acertadísima la señalación.

Como todos los buenos retratos de personajes hay muchas cosas que se sugiere ocurren fuera de pantalla; en una imagen mayor cuyo armar queda a nuestra conciencia: un padre ausente; la adicción al trabajo como escapatoria de las vulnerabilidades pasadas, u ocultas del presente; una limpieza clínica del hogar para ignorar el deshonesto ser de uno mismo. Todo eso y más (cabe mencionar que no expuse el conflicto narrativo principal) enriquece la ya de por sí bien desarrollada historia en una cinta que a pesar de oler a tedio dramático, se es capaz de moverse agraciada con ritmo entre-pausado, acompañado de agradables tonitos de piano y una bien delineada fotografía 4:3 que intercala el relleno del encuadre con su focalización minimalista (todo muy preciso).

La gran diferencia entre los personajes de “Happy New Year” y los de “¡A Ordenar con Marie Kondo!” son los rumbos que recorren en sus hogares: los clientes de Marie limpian para avanzar hacia un futuro que se están atreviendo a vivir, mientras que Jean lo hace para huir de quien fue, y posiblemente, sigue siendo. La casa y sus pertenencias melancólicas son un mapa al que nunca quiso mirar para no sentirse perdida de nuevo. Esto no va de casas que nos amarran, recuerdan o impiden vivir, la problemática se entierra en uno, y las soluciones van más allá de abrir cajones olvidados: van de confrontar las lejanas historias que nos fueron formando a lo largo del vivir, pues quiero creer que nunca es demasiado tarde para renovar estilos.

Ambas obras valen la pena en sus respectivas trincheras. La limpieza del hogar al final de cuentas es un proceso, para unos motivador, para otros doloroso. Probablemente sea en estos tiempos de encierro cuando más nos pueden inspirar tales obras a sacarle el óxido a nuestras celdas. Podría ser el primer paso de muchos o un leve respiro a los rincones asfixiados. Por suerte, para mucha gente, las casas no pasan de ser madera, ladrillos, cemento y/o láminas.

Ambas, “Happy Old Year” y “¡A Ordenar con Marie Kondo!” están disponibles en el catálogo de Netflix.

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