- “Qué Dios los ampare”, la iglesia ubicada en la comunidad de San José de Chila, perteneciente al municipio de Apatzingán, Michoacán, quedó severamente dañada por los ataques de narcotraficantes
- Para los sicarios esa iglesia resulta estratégica por la ventaja que da la altura del campanario, desde donde pueden disparar en todas direcciones.
El control que diversos grupos del narcotráfico tienen en el estado de Michoacán es tal, que ni siquiera la Iglesia católica se ha salvado de la violencia generada por el crimen organizado.
Así lo reveló el padre Isaac Barajas, quien desde hace cinco años es el encargado de oficiar las misas en el único templo religioso que existe en la comunidad de San José de Chila, perteneciente al municipio de Apatzingán.
Sin embargo, el sacerdote abandonará sus labores en esa iglesia debido a los ataques que grupos de sicarios han realizado en el lugar, en donde incluso se pueden apreciar los orificios causados por las balas.
Y es que, en esa región, las huellas de la guerra entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y los Cárteles Unidos de Michoacán quedaron plasmadas en la parroquia.
En entrevista con el diario Milenio, el religioso reveló que los delincuentes profanaron el templo con el uso de armas largas y hasta “bombas” que usaron al interior de la parroquia, dejando el inmueble completamente destruido.
De acuerdo con Isaac Barajas, para los sicarios esa iglesia resulta estratégica por la ventaja que da la altura del campanario, desde donde pueden disparar en todas direcciones, además de resguardarse detrás de un par de columnas y de las campanas de concreto que a la fecha tienen varios orificios de bala.
“El templo fue víctima de los maleantes, fue su fortín, su madriguera”, lamentó el sacerdote, quien explicó que, por esta situación, los habitantes de esa comunidad huyeron a otras regiones.
El padre Isaac calcula que en San José de Chila debe haber unas 15 familias con dos o tres integrantes máximo, y a la misa de mediodía del domingo en la parroquia llegan entre 25 y 30 feligreses.
Esto ha hecho imposible cubrir las necesidades de todo lo que conlleva un templo, por lo que se determinó que la iglesia quedará sin un sacerdote de planta, y solo abrirá los domingos cuando vendrá el padre Patricio Madrigal, de la comunidad vecina El Aguaje, para oficiar únicamente una misa al mediodía.
Esta decisión no sólo afectará a San José de Chila como sede parroquial, sino a varias comunidades que también atendía el padre Isaac Barajas y que ahora tampoco tendrán un sacerdote cerca.
“Que dios los ampare aquí, porque no va a haber un sacerdote que esté día y noche”, declaró la señora María de Jesús al diario Milenio, quien apoyó al padre Isaac como secretaria, sacristana y hasta cocinera.
Hace unos días, habitantes de San José de Chila fueron a hablar con el obispo de Apatzingán para tratarlo convencer de que no los dejara sin un sacerdote de planta, pero no hay vuelta atrás en esta decisión. Por último, el padre Isaac Barajas adelantó: “Ya hay otras comunidades que están en peligro de quedar sin sacerdote”.